A Pinocho se le había ido de las manos decir mentiras...
No lo premeditaba y le salían solas.
Debería ser más responsable y asumir sus acciones y decisiones si no quería que su nariz creciese hasta límites insospechados.
Su Padre, Gepetto, no merecía que le diese disgustos y era merecedor de que siguiese sus sabios consejos.
A partir de ahora no dirá ni una mentira más. Es muy desagradable ver cómo a uno le crece la nariz, crece, crece y crece y que todos sepan el porqué...
Verónica O.M.